domingo, 23 de enero de 2011

MI ABUELO ANGEL- IN MEMORIAM

Siento no haber encontrado ninguna fotografía de mi Abuelo, se que he de tener un par de ellas muy "viejecitas" pero me ha sido imposible dar con ellas. Recuerdo que en una de ellas estaba con su perrito. ¡Lastima! porqué habríais visto la cara de la bondad.

Es muy importante en mi vida y por esa causa también en la de toda mi familia la figura de mi abuelo Ángel.
Siempre digo que mi madre era la madre mas buena del mundo, pero ahora tengo que repetir esto mismo de mi abuelo. Personas como ellos ahora ya no hay, ese desprendimiento de lo poco que tenían para dárselo a los demás, esa entrega a las necesidades de los otros sin esperar nada a cambio, esa dulzura en el trato ( cuando a ellos la vida les trataba tan mal).


Mi abuelo se llamaba Ángel Pérez Belmonte y él siempre se presentaba así con el nombre y los dos apellidos.

De pequeña era tal el cariño y la unión que sentía por mi abuelo, que cuando todavía no sabía hablar bien y alguna vecina me preguntaba por mi nombre siempre decía: "Mamen Avia Bemonte"-Carmen García Belmonte-

Por más que lo intentaban nadie me hizo cambiar al decir mi nombre, algunas veces las vecinas me decían ¡No! ¡ tu nombre no es ese ! y yo me enfadaba ya que tomaba el segundo apellido de mi abuelo por el mio .

Volvemos a mi abuelo; fue músico militar, tocaba el Bombardino, instrumento de viento, de nombre curioso que yo no comprendía y me resultaba gracioso.

De joven se había quedado ciego, entonces la medicina no estaba al alcance de los pobres, además de no estar avanzada. Al parecer la ceguera de mi abuelo no era nada grave, pero una especie de llagas que tenia por dentro de los párpados hizo que su madurez la pasara ciego.

La impotencia de un hombre bueno de no poder asistir económicamente a su familia le metió en una espiral de frustración y depresión.

Por dos veces intentó suicidarse. En un ocasión se tiro a un pozo y allí se quedo hasta que toda la familia salió en su busca y dio con él, no había conseguido su propósito. Otra vez se tiro delante de un tren, pero su ceguera le hizo calcular mal y acabo malherido entre las vías.

No obstante a la miseria de la vida que le tocó vivir, era un hombre cariñoso, disponible para cualquier cosa que se le pidiera, nunca se quejaba (y eso que carecía de lo esencial) y pese a que mis recuerdos de él son de cuando ya era un anciano su actividad era la de muchacho.

Con el paso del tiempo la enfermedad de sus ojos se curó y ya anciano le podías ver leyendo una ,tras otra, novelas de indios y vaquero o pistoleros, las cuales en aquel tiempo se alquilaban o cambiaban por unos céntimos en los kíoskos.


Él se hizo cargo de cuidarme ya que mis padres y hermanos, trabajaban todo el día para poder tener una muy modesta vida, solamente eso, era para lo que daba tanto trabajo de toda la familia y cada día lo mismo, volver a empezar ,ya que lo que se conseguía solo daba para la subsistencia para el día.

Mi abuelo vivía con mi tía Consuelo, marido e hijo, pero no estaba recogido allí por cariño, lo estaba porque él ejercía de criada, en un cuarto piso sin ascensor en pleno rastro de Madrid (plaza de Cascorro) .

Él cuidaba a mi tía que tenia tuberculosis (entonces enfermedad mortal) y hacía la compra, limpiaba la casa y cocinaba. El marido y el hijo trabajaban en una imprenta y un banco respectivamente, por eso al ejercer trabajos más remunerado la economía dentro de la precariedad era un poco mejor que la del resto de la familia.

El abuelo todas las tardes después de haber dejado recogida la casa de mi tía, se dirigía andando a la mía que estaba a una distancia aproximadamente de unos 2 Km. Todos los días el mismo recorrido, ida y vuelta, para estar junto a mi.

Cuando yo era bebe era tal el cariño que me tenia que todas las tardes me sacaba en un cochecito a pasear. Solía llevarme al paseo del Prado o al jardín Botánico ya que nosotros vivíamos en una calle que desemboca en el paseo del Prado.

Fue él quien me entronizó como "La Reina" siempre se dirigía a mi como"La Reina" a todo el mundo le hacía repetir ese nombre cuando se dirigían a mi, y ningún conocido en su presencia podía olvidar nombrarme así.
En una calle paralela a la mía ( del Gobernador) estaba instalada lo que entonces se llamaban Casas de Socorro, ahora sería equivalentes a servicio de urgencias medicas. Allí en días calurosos de verano. los médicos y enfermeros sacaban al atardecer las sillas a la calle para aprovechar la sombra e intentar refrescarse un poco. Todos los días al volver de nuestro paseo mi abuelo tomaba el camino a casa por esa calle, y al pasar a la altura de los que se encontraban sentados los hacía levantar diciendo "levantaros y dejar que pase la Reina" y el pasaba empujando el cochecito donde yo iba.

Lejos de enfadarse todos sonriendo se levantaban y retiraban para que yo pasara.

Pasado unos años la llegada de mi abuelo por las tardes pasó a ser un gran acontecimiento no solo para mi, también para todas mis amigas. En aquellos tiempos acostumbrábamos a jugar en la calle, las casas no reunían condiciones y por las calles no pasaban muchos coches, allí, después de salir del colegio las niñas y niños pasábamos muchas horas jugando a la comba, las chapas, la rayuela, los cromos, adivinar películas, al rescate a la pelota y a mil juego más

Siempre recordaré que un solo coche, aparcaba en nuestra calle, se trataba de un precioso Jaguar azul, siempre reluciente, que lo aparcaba un hombre vestido con uniforme de chofer con su gorra de plato en la puerta de su casa todos los días.

Nosotras en nuestra ignorancia jugando nos entreteníamos abriendo la espita de las ruedas, y nos gustaba escuchar como salía el aire. Por supuesto que no sabíamos la trascendencia de este acto, el pobre hombre se ganaba la vida sirviendo de chofer de algún señorito y nosotras en nuestra inconsciencia le hacíamos un trastorno enorme.

Cuando salía de comer y se encontraba las ruedas desinfladas su desesperación era terrible. Espero que su jefe no tomara represalias por llegar mas de una vez tarde por nuestra culpa.

Desde entonces siempre me ha gustado el Jaguar, aunque no soy fanática de los coches, cuando me preguntan mis hijos que coche me gusta, siempre contesto que el Jaguar, en más de una ocasión mis hijos me animaban a comprar uno, pero siempre me ha parecido muy caro. aunque ellos me decían que había modelos que no eran tan caros.

Otro coche que recuerdo que también aparcaba en mi calle era un taxi estilo a los ingleses, esos tan anchos y que en la parte de atrás, se podían abatir dos asientos más de la parte trasera de los asientos delanteros, y así la parte trasera parecía una sala de estar. Este taxi era de un hombre muy bajito y malhumorado- siempre estaba enfadado-sobre todo con su hijo- al hijo le llamábamos "Gregorín" por supuesto se llamaba Gregorio y era un poco mayor que nosotros, siempre estaba sucio, lleno de grasa de intentar arreglar el taxi, pero no lo debía de hacer muy bien ya que su padre siempre lo regañaba.

El taxista, las pocas veces que estaba de buen humor, cuando llegaba a la calle nos dejaba montar en el coche y una docena o más de chiquillos, montábamos dentro y en una especie de escalón que tenia el coche para poder acceder a él.

Con todos nosotros riendo y gritando entraba el taxi en el patio de una casa donde había varias cocheras cada una con su correspondiente cierre de cremallera. Esta cocheras se utilizaban como almacenes, en una de ellas dormía todos los días el taxi.

Volviendo a la expectación que levantaba mi abuelo cuando venia todas las tardes en mis amigas y en mi, en aquella época era comprensible ya que la merienda (cuando se tenia) consistía en pan con aceite y azúcar... pero mi abuelo apartaba de la medida ración de comida que le asignaban en casa de mi tía, la mayor parte y con el pan que le correspondía y parte de su comida hacia un bocadillo y eso era lo que levantaba la expectación. Al ver llegar a mi abuelo salia corriendo a su encuentro y detrás de mi toda la chiquillería para ver que era lo que traía el bocadillo hoy, pero mi abuelo las espantaba y me apremiaba para que me lo comiera.

Su presencia junto a mi, su mano tomando la mía, su delgada y encorvada figura subiendo la cuesta de mi calle cuando marchaba, su cara surcada de arrugas, su amable y sonriente semblante y su total entrega a mi en todo lo que yo pudiera necesitar... todo, todo lo tengo dentro de mí.

Las mayores alegrías de mi niñez siempre van unidas a la figura de mi abuelo, siempre unidos hasta tal punto que cuando mis padres tenían algunas "perrillas" le daban a mi abuelo para que en el paseo me comprara alguna golosina, y él, nunca sabré como lo hacía (aprovecharía que yo estaba descuidada) me decía "mira allí" y me hacía mirar debajo de algún papel o cualquier otra cosa que estuviera tirada por el suelo de la calle y ¡milagro! debajo encontraba una chuchería o unos céntimos.... Para mi era pura magia, la ilusión, la alegría, que yo sentía no la puedo expresar aquí. Ahora que soy mayor creo que nunca hubo una niña tan feliz.

Nunca...nunca... hubo nadie tan feliz con menos.

¡Gracias abuelo!

¡Gracias por existir,! por compartir conmigo 12 años de nuestras vidas, hasta te doy las gracias por las cosas que no me gustaban, como cuando con las monedas que algunas veces te daban mis padres (pocas veces) me metías en una taberna oscura con cuatro vejetes como tu y pedías un vino para ti y una gaseosa para mi. Yo me aburría y te repetía que quería irme, pero tu me acariciabas y siempre decías "ahora...ahora.." han pasado mas de 50 años y todavía me acuerdo de uno de esos vejetes con unas gruesas cuerdas a su hombro las llevaba porque su trabajo era el de "mozo de Cuerda" o sea cuando alguien quería llevar un bulto de un sitio a otro o llegaba en tren con maletas pesadas estos hombre cargaban como burros y así se ganaban la vida.

La vida de mi abuelo fue la de un hombre bueno que no llegó a disfrutar los beneficios que después toda la familia llegamos a tener gracias a nuestros trabajos. Dicen que solo estamos muertos cuando nadie nos recuerda, yo le recuerdo cada día, cada hora, cada minuto.... Si yo tuviera la fortuna de que mi abuelo viviera, haría cualquier cosa para que no le faltara de nada, le cuidaría, como él me cuido, le mimaría, como él lo hizo y me sacrificaría hasta la extenuación como él lo hizo por mí. Pero yo no tendría el merito que él tuvo, ya que ahora las condiciones de la vida han cambiado.
Este relato lo hago con todo mi corazón y para que mis hijos sigan teniendo en su memoria a esta buena persona, solidaría y cariñosa que fue mi querido abuelo.



Mi abuelo murió la noche de un día de Reyes en su cama a los 83 años, Dios le dio una muerte dulce .

Como murió en 1956, no alcanzó a poder llevar una vida cómoda, como la que tuvimos unos años después la familia.

Abuelo, me meciste, me acunaste, me llevaste de la mano siempre, cuidándome y engañándome para que la vida misera que me rodeaba no me contaminará demasiado.

Hubieras dado la vida por mi y yo solo siento que los pocos años que tenía, no me dejaran tomar conciencia para agradecerte tu protección y cariño. Ahora desde mis muchos años, te mando a donde estés todo mi cariño, y quiero decirte que para mi no estas muerto, pues alguien muere cuando nadie le recuerda, ni le nombra, y no es este tu caso, pues durante mi vida tu siempre has estado presente y estarás presente mientras viva.

¡¡ ¡Te Quiero!!!

1 comentario:

  1. Me jartao de llorar Carmen, lo aria si el relato hubiese sido de ficción, contra mas sabiendo que es verdad.
    Yo eso no lo tuve, el paterno murió siendo yo muy pequeña, y el materno, al quedar huérfanos con cuatro años ,la familia paterna los echo de nuestro lado, no se como hubiese sido, por lo que recuerdo hubiese sido un buen abuelo.
    Ojala supiese yo escribir y pudiese relatar lo que pasamos y les hicieron pasar, bueno, no, mejor no recordarlo.
    El relato muy emotivo, la envidio, sanamente, pero la envidio. Un besito.

    ResponderEliminar